En este nuevo podcast de Pasos de Mujer, seguimos contando la vida de mujeres que dejaron huella en la historia. En esta ocasión no metemos de lleno en el mundo de la paleontología. Hablamos de una persona que gracias a sus hallazgos cambió la manera de comprender la prehistoria. Su trabajo fue clave para demostrar que se producen extinciones de especies en nuestro planeta.
Dale al play y descubre su historia
Os puede sonar extraño pero para contar la vida de nuestra protagonista del podcast, no trasladamos a la época en la que Charles Darwin apenas había llegado a nacer. Nos centramos en la figura de Mary Anning recolectora de fósiles y madre de la paleontología moderna.
Vamos a ubicarla en el tiempo y el espacio.
Mary Anning nació en 1799 en un pequeño pueblo costero de Inglaterra, llamado Lyme Regis en una familia muy pobre. Sus padres Richard Anning y Mary Moore, tuvieron muchos hijos, pero casi todos murieron de forma prematura, algo frecuente en aquellos tiempos. De hecho, Mary fue bautizada con el nombre de una hermana que falleció en un incendio en la casa anterior a su nacimiento. Solo llegaron a edad adulta dos de los hijos de la familia Mary y Joseph.
Su padre era carpintero y para obtener mejores ganancias recorría los acantilados donde por aquella época se podía extraer fósiles aprovechando los golpes de la marea. Recogía fósiles para venderlos después a los turistas. Mary desde muy pequeña ayudaba a su padre, aprendiendo de esta manera las mejores técnicas para recoger fósiles.
Mary pertenecía a una familia protestante pero no eran anglicanos como los demás. Por ejemplo los no anglicanos no eran aceptados en la universidad ni en el ejército.
Los padres de Mary pertenecían a un grupo religioso conocido como los «disidentes», denominación que recibían los distintos grupos religiosos protestantes que discrepaban de la «iglesia establecida» en Inglaterra y en los países anglosajones.
Al ser de una familia bastante pobre, Mary no tuvo posibilidad de recibir una educación reglada. Eso sí, su progenitor le transmitió desde muy pequeña todos sus conocimientos acerca de los fósiles y su pasión por ellos.
De hecho desde muy pequeña empezó acompañando a su padre, durante sus largos recorridos por los escarpados acantilados de Lyme Regis, donde recolectaba fósiles para venderlos, aprovechando los golpes de la marea contra las rocas.
Era un trabajo peligroso, lo acantilados eran escarpados y el océano provocaba aguas revueltas y desprendimientos. Requería caminar y saltar entre acantilados inestables en los que se producían frecuentes deslizamientos y caídas de piedras. Era la manera necesaria de acceder a los fósiles.
Un día lluvioso, mientras buscaba fósiles, el padre de Mary resbaló y se cayó desde lo alto de los acantilados. Sobrevivió al golpe, pero su salud quedó maltrecha y la muy probable tuberculosis lo remató. Dejando a Mary huérfana de padre.
A pesar de todo con tan solo 11 años, Mary y su hermano se encargaron del negocio de fósiles tras la muerte de su padre.
Tal y como hacia su padre, Mary y Joseph montaron una especie de puesto en el que vendían al público las curiosas piedras que habían ido recolectando. Aquel mismo año, su hermano Joseph hizo un gran hallazgo: el cráneo de un ictiosauro. Sería la propia Mary la que descubriría el resto del esqueleto un año después. Tras el hallazgo, en el pueblo donde vivían los Anning se extendió el rumor de que la joven había encontrado el esqueleto de un monstruo. Aquel fósil encontrado tenía la apariencia de un pez enorme mezclado con un cocodrilo, de ahí el nombre de ictiosaurio,»pez lagarto». Los científicos creyeron que se trataba de una especie de cocodrilo
En una época en la que nadie había oído hablar de dinosaurios se pensaba que era imposible que una especie animal se extinguiera. En aquella época en la que Charles Darwin apenas había nacido. Se creía que las especies eran obra de Dios y por tanto el gran creador no permitiría que ninguna especie de la creación se extinguiese. En ese momento, la mayoría de las personas daban por sentado que las criaturas desenterradas e irreconocibles simplemente habían migrado a tierras lejanas. Hay que reconocer que imaginativo eran.
Mary ayudo mediante sus hallazgos a demostrar que esto era erróneo.
Sus descubrimientos empezaron cuando era muy niña. Cuando tenía 12 años descubrió el primer esqueleto completo de ictiosaurio jamás encontrado. Posteriormente encontró dos esqueletos de la especie hasta entonces desconocida llamada plesiosaurio. Estos fósiles no se parecían en nada a ningún animal conocido por los humanos. Demostrando de esta manera que la extinción era real.
Sus descubrimientos permitieron al mundo ver los fósiles como algo más que rarezas místicas.
Mary Anning no sólo fue una extraordinaria recolectora, consiguió aprender lo necesario para interpretar con corrección y comprender el significado científico de todo aquello que encontraba.
Muchos científicos ignoraron totalmente la participación de Mary en estos hallazgos. En varios artículos en los que se hablaba sobre el descubrimiento del primer esqueleto de ictiosaurio no mencionaba en absoluto el nombre de Mary. De esta manera, la joven quedaba apartada por completo del mundo académico a pesar de haber sido ella la descubridora del fósil.
Sería en 1818 cuando Mary captó el interés de un acaudalado coleccionista de fósiles llamado Thomas Birch, al que vendió un esqueleto completo de un ictiosaurio. Birch organizó una subasta de fósiles cuyas ganancias entregó a la familia Anning. Esto permitió a Mary ganar cierto prestigio en la comunidad geológica y poder dedicarse con más tranquilidad económica a la búsqueda de fósiles.
Su hermano decidió abandonar la búsqueda de fósiles para hacerse aprendiz de tapicero, pero Mary siguió volcada en su pasión. Siguió incansable con la búsqueda de nuevos fósiles, y algunos de los más importantes estaban aún por llegar. La importancia de los hallazgos que hizo en los años siguientes radica en el buen estado de conservación de los fósiles encontrados.
En 1823, Mary fue la primera en descubrir el esqueleto completo de un plesiosaurio, cuyo nombre significa «cercano a un reptil». El espécimen era muy extraño, la noticia del hallazgo se difundió tan velozmente, que en un intento de restar valor al descubrimiento no tardaron en crearse rumores de que el fósil era falso.
En 1826, Mary logro ganar el dinero suficiente para comprar una casa y abrir una tienda de fósiles que se llamó «Almacén de fósiles Anning».
Dos años después en 1828, Mary descubrió un extraño revoltijo de huesos, esta vez con una cola larga y alas. Las noticias sobre su descubrimiento volvieron a expandirse rápidamente. Científicos desde Londres a París propusieron diversas teorías sobre esta «especie desconocida del reptil más raro y extraño de todos». Lo que encontró fueron los primeros restos del primer pterosaurio descubierto fuera de Alemania. A diferencia de los anteriores descubrimientos, los pterosaurios tenían alas, y se creía que eran los animales voladores más grandes de la historia. Descubrió un espécimen de reptil volador que vivió hace 250 millones de años, más o menos. Posteriormente descubrió otras especies de peces extinguidas
Junto al paleontólogo William Buckland, uno de los pocos científicos que nombraría a Mary como su descubridora, sería pionera en el estudio de los coprolitos: lo que van siendo las heces fosilizadas, conocidas en aquel entonces como «piedras bezoar».
Ayudo a determinar que las misteriosas piedras llamadas bezoar, en realidad eran heces de dinosaurio fosilizadas. Estudiando las deposiciones de los dinosaurios es importante para comprender como vivían.
En su creciente reputación por encontrar e identificar fósiles, la comunidad científica dudaba en reconocer su trabajo. Básicamente era una intrusa, todo lo que sabía lo había aprendido por empeño y dedicación personal.
A pesar de sus logros científicos, no se la permitió publicar porque era mujer. Los geólogos de la época respetaban sus ideas pero nunca la consideraron parte de ellos.
Geólogos de la época utilizaron sus hallazgos en sus propios trabajos. El nombre de Mary Anning era eliminado o nunca seria incluido en esas publicaciones. Aunque se trata de algo injusto, era muy sorprendente en la Inglaterra victoriana que una mujer de clase obrera, se le permitiera mezclarse con caballeros educados.
A pesar de todos sus hallazgos, su curiosidad científica y su perseverancia, Mary siempre fue considerada una intrusa por la comunidad científica. Contra ella jugaba el hecho de ser una mujer, pobre y de clase trabajadora. Los cánones de la época dictaban que las mujeres de su clase social solo podían dedicarse al servicio doméstico, a trabajar en las fábricas o a tareas del campo. A pesar de que Mary sabía tanto o más sobre fósiles que la mayoría de paleontólogos masculinos de la época, solo ellos podían publicar la descripción científica de los especímenes que Mary encontraba. Y ni siquiera estaban obligados a mencionar su nombre.
Los descubrimientos, conocimientos sobre el terreno y habilidad de Mary Anning para clasificar fósiles, la hicieron ganarse cierta reputación entre algunos paleontólogos que si la tuvieron en cuenta. En algunas ocasiones compartían con ella viajes en búsqueda de nuevos fósiles. Entre ellos se encontraba el geólogo William Buckland y el anatomista y paleontólogo Richard Owen, el cual acuñaría el término «dinosaurio» (lagarto terrible) en 1842.
Mary siguió desenterrando fósiles y más fósiles. Muchos los vendía, lo que conseguía aumentar el interés masivo del público en la geología y paleontología. Miles de personas visitaban las exhibiciones de fósiles en todo el país, e incluso los museos más importantes tenían dificultades para hacer frente a la demanda de curiosos.
Con los años, la salud de Mary se vio muy afectada y su trabajo se fue ralentizando. En 1847, un cáncer de mama acabó con su vida. Tenía tan solo 47 años.
En la última etapa de su vida se vio obliga a dejar la actividad que tanto la llenaba. Sufriendo una vez más la injusticia social. En sus últimos años de vida se extendió que se había vuelto alcohólica. Pero nada más lejos de la realidad lo que provocaba el aturdimiento de sus sentidos eran las altas dosis de Láudano que debía consumir para sobrellevar los dolores que la provocaba el cáncer.
Algo de reconocimiento disfruto entre comillas en la última década de su vida. Mary Anning gozó de cierto reconocimiento. Desde 1838 recibió un salario anual de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia. La Sociedad Geológica de Londres también designó un pequeño salario para ella. Además la nombraron el primer Miembro Honorario del Museo del Condado de Dorset, un año antes de su muerte.
Tal como sucedía hace siglos, sus fósiles siguen cautivando a visitantes de todas partes del mundo.
En la actualidad, la mayoría de especialistas reconocen el valor científico de los descubrimientos de Mary Anning y los subrayan como una de las contribuciones más importantes a los inicios de la Paleontología.
En el año 2010, Mary Anning fue reconocida por la Royal Society como una de las diez científicas británicas más influyentes de la historia.
El Museo de Historia Natural de Londres exhibe varios de sus espectaculares hallazgos.
El legado de Mary vive a lo largo del escarpado lugar en donde hizo la mayoría de sus hallazgos llamada «Costa Jurásica». Zona reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En la actualidad hay que rascar para encontrar su reconocimiento, pero aunque puede llegar a ser escaso. La que es considerada madre de la paleontología moderna, es en la actualidad reconocida como pieza esencial para la comprensión de la prehistoria.
La vida de Mary Annning es el ejemplo de luchar por lo que quieres, contra viento y marea (y en el caso de Mary es literal). Sin puertas a las que poder tan siquiera cruzar y lugares de prestigio vetados. Solo unos pocos supieron ver y apoyaron el potencial de este gran personaje de la historia. Ella sin seguir los rígidos cánones de la época, consiguió mayores logros que muchos de los científicos de la época en los clubs privados.
Ahora os toca a vosotros dejarnos vuestros comentarios, vuestras opiniones o lo que queráis, siempre eso sí… que sea bueno, en espacio de comentarios. Nos llenaría de orgullo y satisfacción que difundáis esta historia.
Información científica valiosa