En este podcast hablamos de una de las inventoras más injustamente tratadas. Es posiblemente la historia de una inventora olvidada y sin reconcomiendo. Mary Anderson es la inventora de algo tan necesario en nuestros coches, que es bastante sangrante comprobar que su inventora jamás recibiese ningún tipo de reconocimiento. Ahora mismo no concebimos un coche sin limpiaparabrisas. La persona que lo ideo jamás fue reconocida y se olvidó darle el reconocimiento en vida que sin duda merecía.
Dale al play y descubre su historia
Pero antes de contaros su historia y como llevo a diseñar un invento tan revolucionario y esencial para los vehículos, vamos a situarla en mundo.
Mary Anderson nació en Greene, Alabama en 1886. A los cuatro años de nacer se quedó huérfana de padre, y la familia se mudó de ciudad con la esperanza de un futuro mejor, a Birmingham (Alabama). A los 5 años de estar allí se trasladó a Fresno para gestionar un viñedo y un rancho ganadero. Hasta 1898, cuando tuvo que regresar a Birmingham para ayudar en los cuidados de una tía suya.
Pero la tía de Mary escondía un sustancioso secreto. Tras su muerte se descubrió que la anciana tía de Mary tenía 17 baúles con oro y joyas que dejó en herencia a ella y a su madre.
Gracias a tan suculenta herencia se puso fin a las preocupaciones económicas de la familia Anderson. Y gracias al dinero, Mary tuvo la posibilidad de innovar y emprender.
El invierno de 1902 fue clave para la protagonista del podcast. Se produjo una situación vital en su vida. Mary Anderson fue a visitar a unos amigos que vivían en Nueva York. El día que estaba de visita nevaba con ganas. Ese día Mary observó cómo el trayecto se alargaba más de lo necesario, no por las condiciones climatológicas, sino por la situación de tener que bajar del vehículo constantemente para limpiar los parabrisas del vehículo.
Los ingenieros de la naciente industria automovilística sugirieron para solucionar estos problemas, instalar un parabrisas dividido que podía abrirse parcialmente, pero exponía al conductor al contacto directo con el viento y la nieve. Y estaba bastante claro que no ayudaba mucho a mejorar la visibilidad.
No solo sucedía en los vehículos. Los tranvías estaban divididos en secciones que podían abrirse a fin de que la nieve cayera o la lluvia escurriese. El sistema cumplía todos los requisitos para ser un desastre. Era incómodo para el conductor y los pasajeros, ya que al abrirlo dejaba entrar todo el frío y agua en interior de la cabina o el vehículo. Y tampoco ofrecía una mejor visión del trayecto que digamos.
Los conductores estaban obligados con frecuencia ante las inclemencias meteorológicas, a quitar la nieve manualmente o a sacar la cabeza para poder ver el camino. Lo que causaba el tener que parar y salir del vehículo en numerosas veces. Provocando sobre todo distracciones peligrosas y una conducción arriesgada en unas calles atestadas de personas y vehículos. Aunque ahora esta idea de un parabrisas que se abriese suene extraño, eran las mejores ideas que surgían a los concienzudos ingenieros de la época.
Esto a ojos de Mary era totalmente ridículo, puesto que implicaba un riesgo vial importante. Ya que los conductores debían utilizar su intuición para circular, y esto da igual el año en el que estemos, conducir por intuición solo puede llevar al desastre. Además de que tener que pararse para limpiar el campo de visión del vehículo era una absoluta pérdida de tiempo.
Pero observando el problema a Mary se le ocurrió la idea de instalar un dispositivo para poder limpiar el cristal desde el interior de la cabina del conductor.
Después de visitar a sus amigos volvió a Birmingham para comenzar a diseñar varios prototipos del dispositivo de limpiaparabrisas que tenía en mente. Para poder conseguir tener una buena visibilidad durante la conducción en los días de nieve o lluvia, y encargó los dibujos de los planos a distintos mecánicos expertos en automoción.
Obtuvo en 1903 la patente de “Dispositivo de limpieza de ventana para automóvil” El aparato limpia-ventanas consistía en un brazo metálico basculante que llevaba incorporada una lámina de goma, realizaba un movimiento radial con presión uniforme sobre el exterior del cristal del vehículo, gracias a un contrapeso. Se accionaba de modo manual desde dentro del vehículo por el piloto o su acompañante a través de una palanca. Tras hacer el brazo limpiador su recorrido por la ventana, un resorte lo devolvía automáticamente a su posición inicial.
Con este funcionamiento se conseguía eliminar la nieve, las gotas de agua, el barro y las partículas de polvo, sin verse afectada la visión del piloto o de los pasajeros. Además, cuando no hiciera falta, el limpiaparabrisas podía ser desmontado del cristal.
El resultado de todo su trabajo fue un limpiaparabrisas controlado manualmente que podía ser activado por una palanca desde el interior del automóvil. Mary dispuesta a mostrar su ingenioso invento encargo la creación del prototipo a una compañía local. Empresa que siendo muy visionaria se rio del invento, entre otras casas decía que el artefacto ideado por Mary Anderson no era más que una distracción al volante. Pero estas críticas no la frenaron y lo patentó. Habían existido otras patentes de artefactos similares pero ninguno tan sencillo y efectivo como el creado por Mary.
El invento diseñado por Mary Anderson era sencillo y elegante. Ejemplificando cómo a menudo surgen ideas innovadoras gracias a la creatividad. Logrando dar respuesta y logros inesperados a necesidades tan habituales que parecen irresolubles y que, por lo tanto, dan la impresión de no merecer la pena gastar esfuerzos pensando cómo resolverlos. Prejuzgando que cualquier solución está condenada de antemano al fracaso. Algo así debieron pensar las personas que vieron el mecanismo tan extraño como innovador.
Con la patente en la mano, Mary empezó a contactar con diversas compañías para explotar la comercialización de su invento. Pero una empresa canadiense en 1905, empresa muy visionaria rechazó el dispositivo al considerar que aquel artefacto tenía poco valor comercial. Todos los esfuerzos cayeron en saco roto. Y la patente acabo caducando sin ser renovada en 1920.
Pero en este momento de la historia llegaron los verdaderos visionarios y tan solo dos años después de que caducase la patente y por tanto la obligación de tener que pagar el reconocimiento por el invento. Fabricantes tan importantes como Cadillac y Ford añadieron de serie el dispositivo de Mary en la fabricación de sus coches sin que ella tuviera ningún tipo de reconocimiento.
Hasta entonces los coches eran solo para unos pocos millonarios que se lo pudiesen permitir. Con el nacimiento del Ford-T apareció el primer vehículo utilitario de la historia.
El coche Ford-T es considerado el automóvil más influyente del siglo XX
Henry Ford, supo crear el equilibrio perfecto entre económico y rentable en un coche. Es el primero de producción masiva, hasta entonces construir un coche era prácticamente artesanal. La cadena de producción de Henry Ford revolucionó totalmente la industria.
Se lograba bajar los costes y el precio de venta al público. Se producían vehículos con mayor agilidad, sin requerir tantas horas de trabajo para ponerlo a la venta. Puesto que cada operario se encargaba de instalar una determinada parte del vehículo.
Hizo asequible a la clase media de la época el poder comprarse un coche. Cuando salió al mercado por primera vez su precio era de 850 dólares, luego fue abaratándose hasta llegar al precio de 360 dólares, convirtiéndolo en el automóvil de cualquier familia de clase media.
En el primer año lograron fabricar 10.660 unidades batiendo todos los records de la industria, para el año 1921 el modelo Ford-T representaba casi el 60% del total de la producción de coches a nivel mundial.
La Ford Motor Company consiguió crear en la gente la necesidad de tener un coche Ford-T en sus casas. Creando definitivamente el mercado de automóviles.
En el primer coche de producción masiva ideado por Henry Ford, el limpiaparabrisas resultara viable e imprescindible en el equipamiento básico de los automóviles. Miles de coches tenían incorporado un sistema como el inventado por Anderson y formaba un estándar básico en los coches de la naciente industria automovilística.
Mary no volvió a idear ningún invento más y se dedicó el resto de sus días a la gestión de su negocio inmobiliario en Birmingham. Mary fue inquiera e inteligente. Con los ahorros de la herencia de su tía se embarcó en el negocio inmobiliario. Construyendo apartamentos en Birmingham, a los que se dedicaría a gestionar hasta su muerte en junio de 1953. Dejando de herencia a su familia un importante negocio inmobiliario del que vivir sin demasiadas estrecheces.
La vida de Mary Anderson es un ejemplo de mujer injustamente tratada en lo referente a su invento. Nada reconocida pero esa situación que no la hizo cejar en su empeño de dejar para los suyos una situación mejor. Creando un más que estable y provechoso negocio inmobiliario del cual se beneficiaron sus familiares.
Esta es la historia que se esconde detrás de los objetos cotidianos de nuestras vidas. Y también es la historia de la lucha por seguir adelante, no decaer y pelear por desarrollar las ideas que se tengan, aunque te lleven a un callejón sin salida. Y es la historia de alguien que supo reinventarse a lo largo de su vida. Ver problemas y tener la capacidad de resolverlos o por lo menos ser capaz de aportar soluciones viables.
Ahora os toca a vosotros dejarnos vuestros comentarios, vuestras opiniones o lo que queráis, siempre eso sí… que sea bueno, en espacio de comentarios. Nos llenaría de orgullo y satisfacción que difundáis esta historia.